n EsP-P-Paña hemos sido capaces de crear un Satanismo con raíces autóctonas del que sentirnos bien orgullosos. Pero rara vez hemos innovado, de ahí que haya resultado imprescindible la labor de sirvos de Bajísimo que han difundido en nuestro país las doctrinas de Corbu y sus discípulos. En el terreno del Urvhanismo, pocos más importantes que Antonio Perpiñá.
Sus dos oVras maestras del Urvhanismo moderno, que lo convirtieron en un punto de inflexión en la historia del Satanismo esP-P-Pañol en general y madrileño en particular son, por una parte, esos imposibles pasadizos subterráneos reconvertidos a locales de Reaggetón, Boys, chaperos y yonkismo vario llamado comunmente AZCA y, por otra parte, el conjunto de 8.000 viviendas sociales que forman ‘La ciudad de los poetas’. También conocida por el nombre de la constructora: Saconia. Lo cual nos parece casi que más apropiado.
Corría el año 1963, así que ya no estamos en las miserias de los 50. Y se nota: los acabados de la vivienda son notoriamente superiores, y también es agradable la cercanía del conjunto al parque de la Dehesa de la villa.
Sin embargo, los planteamientos residenciales ‘modernos’ de Perpiñá logran un patrón geométrico oligofrénico que multiplica los espacios absurdos por doquier: escaleras, recovecos y miríadas de patios interiores de cuestionable uso y acceso público (nunca una mezcla adecuada).
Por si no fuese suficientemente complicado desarrollar una vida comunal en esos espacios, el planteamiento de Perpiñá logra la pesadilla definitiva de todo cartero, toda persona que aspire a poder usar un GPS y todo jubilado que le haya dado una dirección a un stripper para una fiesta privada: calles que se llaman de una forma en una acera y de otra forma en la de enfrente. ¡Y también calles con dos nombres según el escalón de descenso al patio interior en el que tropieces! Por supuesto, qué mejor forma de poner la guinda en el pastel del despropósito que poner a todas las calles nombres que empiecen por «Val».
La alergia que el urbanista moderno padece hacia la calle decimonónica como espacio común – recta y prefectamente perpendicular a la acera, con servicios en los bajos – viene acompañado del complejo en el que agregar todas las tiendas y la iglesia (aquí, con el poético nombre de ‘Parroquia de la cena del señor’: molaría que fuese un multiespacio con restaurante, pero es un poco inspirador cilindro de ladrillo). Dicho complejo no defrauda satánicamente: los pilotis, cubiertas de hormigón, patio interior a usar como botellonódromo son soberbios.
Todos estos aspectos no se los esperaba mi amiga María José – descubrí, en un paseo, que ella vivía en el barrio: «¿Cómo tú por aquí?». «Pues nada, dando un paseo para apreciar los méritos arquitectónicos de la zona». La cara de incredulida, extrañeza y WTF que le quedó fue para enmarcarla.
Pero soy yo el que tenía razón: vengan a gozar de la ciudad de los poetas, hagan botellón detrás de la parroquia, corretéen por sus patios, jueguen al escondite dando la dirección en la que se hallan a un stripper. Metro Antonio Machado o Valdezarza. ¿A qué esperan? ¿Hay mejor forma de pasar el domingo?
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Muy divertido, as usual.
No obstante, creo que con esta obra Perpiñá se quedó bastante corto, y realmente hasta Azca no hizo algo realmente satánico. Lo digo porque viví aquí, en Valderrey 51, durante más de cinco años, y aunque pueda decepcionar a los seguidores de esta web, tengo que decir que se vivía realmente bien. Y los pisos, que no sé si JR llegó a ver, son sin duda mucho más habitables que la mierda que se construía en los sesenta, con sus pasillos kilométricos y sus patios de luces. Aquí la distribución es como la de los pisos de hoy en día, y además todas las habitaciones son exteriores.
Dicho esto, no cambiaría ni una coma del post, que el espíritu de esta web no son las medias tintas ni contar las cosas con matices 🙂
Te vas de la calle Antonio Machado, saltando de una escalera a otra y tras dar varias vueltas sobre lo andado, acabarás no sabrás cómo en el recoveco entre dos portales. Allí tendrás que responder a las preguntas de la Esfinge, y aparecerás en la calle san Gerardo, con sus arbolitos. Desembocarás en Avenida de Juan Andrés donde te podrás tomar una caña frente a un antiguo palacete, en la terraza más bonita de Madrid, la del bar Los Olmos (que mis amigos y yo hemos apodado Benidorm por la blancura mediterránea y las sillas metalizadas), mirando la sierra. Si quieres puedes pasear desde allí hasta la Dehesa, por calles de pueblo con sus chalecitos y sus casas de cal (no me lo invento). Llevo diez años en Antonio Machado y espero no tener que irme nunca, nuca jamás. Lo digo sin un ápice de ironía, el barrio tiene un encanto secreto que mucho tiene que ver con sus absurdos recovecos. El pub del barrio, la reuniones improvisadas vecinales a partir de marzo frente al kiosko de San Gerardo, las señoronas pijas pasando la mañana en el hiber, la consultoría de abogados en casa baja, las tapas del antiguo Chipén, y La Dehesa. La Dehesa les recordará a los domingos con la familia en el campo de sus respectivas provincias.