El postmodernismo arquitectónico, o lo que viene a ser lo mismo, cachondearse de Satán.
omo ven, el brutalismo logró agitar el odio de la población y también la mayor destrucción inmobiliaria desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, después de este “modernismo”, llegó un movimiento “postmoderno” que logró lo imposible: poner de acuerdo al público y a los arquitectos en su odio. ¿Cómo lograrlo?
Pues llegando a las más altas cotas de la vergüenza ajena y la sordidez. Lo cual es suficiente para que el sector finstro de la población se deje las manos aplaudiéndolos. Yan ven: nadie es inocente. Los gafapastas aplauden las costras de Jean Nouvel y los sórdidos aplaudimos la arquitectura postmoderna.
Porque por lo menos tienen la decencia de no ocultar lo que son:
on esto terminamos esta ÉPICA primera parte emplazándoles a que compartan los satanismos urbanísticos que convirtieron su infancia en un infierno. Dentro de dos semanas, la segunda parte de este terrorífico viaje en el que analizaremos NO la maldad de los arquitectos sino la estulticia de cierta gente con dinero que, en un arranque de gafapastismo – o simple oligofrenia – han decidido vivir en unos inmuebles que convertirán su vida en un infierno.
Y, como bonus track, una guía sórdida para que hagan turismo satánico-brutalista por Madrid (¿O se creían que el azote patrio iba a terminar en Barcelona? Mal que nos pese, somos unos ecuánimes del carallo).
Que Satán sea con ustedes.
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No puedo creer que sea el primero en comentar. Desde la primera entrada a esta última, no hay comentarios. Esto no es porque seamos unos putos vagos que no queremos quitar la mano del ratón. Es que no hay más que decir.
Yo también crecí en Coia aunque como soy gente de bien fui al Coia 4. Había que cruzar el polígamo pero los yonkis ya no eran un problema: casi todos se habían ido al otro barrio. Nunca había considerado que la arquitectura influyese tanto. Te agradezco el haber hecho este esfuerzo por ampliar nuestra visión. Eso sí, ante la imagen de la iglesia del Rocío, ya hace mucho que habíamos exclamado ¡Satán es mi señor!
Muy Divertido. Tengo un truco que no me falla para establecer el valor estetico de un edificio; se lo muestro a mi abuela y sus: «esto es mas feo que pegar a una madre» o «pega menos que a un Cristo dos pistolas, lo dicen todo».