E
l caso de Mies Van der Rohe. A falta de gafazas, bueno es un puro:
Éste arquitecto veía mejor. Al menos, de jovenzuelo. Así que se buscó otra seña de identidad: un buen habano. Entre nosotros se asimila a banqueros y aficionados a la tauromaquia, pero claro, nuestro país nunca ha estado al cabo de la calle en cuanto a corrientes icónico-estilísticas se refiere. Al menos hasta finales del siglo pasado. Así que después de leer las peroratas sobre su dedicación Al Honrado y Llano Pueblo, ves sus imágenes con el purazo haciendo bueno el dicho aquel de que, «un purazo vale más que mil proyectos»… y se te quitan las ganas de seguir leyendo tatnto a él, como a sus a sus discípulos.
Ya, ya sabemos desde Sigmund Freud que a veces, un puro no es más que un puro, pero es significativa esa afición en un gremio tan particular, tan determinado y tan obsesionado con las formas fálicas, los landmarks y las representaciones de sí mismos.
El caso es que muchos de ellos aspiraban Trascendencia por vía oral. Son innumerables los caminos que conducen a Satán.
Mies Van der Rohe Versión wiki