l PAU madrileño más descomunal en extensión de todos (736 hectáreas, frente las 400 de Sanchinarro) es un prodigio en todas sus puntuaciones satánicas. Por una parte, está allá por donde Peich perdió el bolígrafo y, a diferencia del PAU de Carabanchel, sí que es una orgía de circunvalaciones (M-40, M-45, M-50, A-3, M-31). Sin embargo, en pleno arranque de pundonor satánico, el PAU de Vallecas no busca excusas: en vez de intentar prolongar los núcleos urbanos de la zona, decide realizar trazados disparatados entre los que brilla, con luz propia, el del Bulevar de la Naturaleza: un gran avenida desierta que arranca en una gran rotonda ubicada en ningún sitio para acabar en otra rotonda ubicada en… ¡Sí, en ningún sitio! Por supuesto, el metro más cercano está en Congosto, a unos 20 minutos andando. Por descampados recomendables, por supuesto. Recomendamos hacer lo que una amiga nuestra, que fingía conversaciones telefónicas con el balcón más próximo para evitar ser atracada.
Pero no sólo de trazado disparatado vive este PAU: las maravillas arquitectónicas que nos ofrece su joya de la corona – el Bulevar de la naturaleza – hacen que celebremos la muerte del brutalismo duro de cojones y festejemos el advenimiento del nuevo perroflautismo pop ecosostenible. Porque cada generación tiene derecho a que Satán sea su señor y su vida sea un infierno de una forma diferente. Con todos ustedes, una joya satánica del siglo XXI: los famosos “árboles de aire”.
La idea es que “mientras los árboles que hay plantados crecen hasta conformar un bosque” (permítanme que ría y que la experiencia nos enseñe que eso jamás ocurrirá: si acaso, lo que hay ahora será el no va más de la frondosidad) estos “árboles de aire” desarrollarán todo el efecto termodinámico y de generación de oxígeno que haría un parque de verdad. Eso, señores, se llama cháchara de teletienda. Pero no hay que convencer a científicos – que se han descojonado, y mucho, de los susodichos árboles – sino a políticos, que son los que ponen la lana y los que, luego, enseñan sus “obras maestras de la arquitectura” llenos de orgullo provinciano. Eso sí, aquí les dejamos con las declaraciones de su creadora Belinda Tato, no tanto porque creamos en la democracia y la libertad de expresión (que también) como porque, cuando un profeta de Satán habla, es nuestro deber escucharle e interiorizar sus enseñanzas.
Por supuesto, de los tres “árboles”, el depósito de cerveza/latas de spray para grafiteiros (elijan ustedes el título) es el que gana de calle.
Los edificios circundantes nos ofrecen sus placeres sutiles: por una parte, por aquello de que no es un PAU pijo, vallan las casas con menos energía hormigonil. Colarse en ellas para chutarse no es complejo.
Sin embargo, hay algo bello en otros edificios: se han diseñado para que puedan tener bajos comerciales. Thing is: en esta zona del PAU hay un tremendo Mercadona y, hacia el este, un descomunal IKEA. Pequeños detalles sin importancia – como que la zona esté deshabitada – que para nada afectan al pequeño comercio…
Y es que, a los grandes planificadores les maravilla que la gente no se comporte como ellos esperaban. Claro que, si para Le Corbusier, teníamos que llegar a una revolución mecánica en la que cada ser humano fuese un ente estandarizado y fácilmente reproducible – como sus edificios en serie – para así llegar a la “armonía”, ¿Qué podemos esperar de sus discípulos? Hacer algo de golpe, decidiendo dónde tienen que estar los servicios suele ser la receta del desastre.
Así y todo, este espectacular PAU puede tener una dura competencia si, abandonados a los brazos del liberalismo económico decidimos que el único problema de la burbuja inmobiliaria era que no fuimos lo suficientemente liberales y especuladores y que, pese a que estos PAU están deshabitados y a medio hacer, tenemos que lanzarnos a realizar la urbanización de… ¡Valdecarros!
Una de las cosas que venden para que parezca buena idea es que, para edificarlo, habría que cargarse el poblado yonqui de Las Barranquillas. Pero se olvidan de un pequeño matiz. Que, una vez el PAU salte la M-50, los nuevos vecinos van a ser los propietarios de unas chabolas dispuestas a ambos lados de un largo y serpenteante caminito llamado… la Cañada Real.
Una vez más, recupero mi diálogo favorito de la serie ‘Sin tetas no hay paraíso’: “- Jessi… ¿Y a qué se dedican? – Pues imagínate, Catalina, a nada bueno”.
Eso sí, la antigua Cañada Real sería del agrado de un fans del zoning como Le Corbusier: el 90% de la drogha de la Comunidad de Madrid se vende ahí. ¡A eso se le llama especialización! Y también “buena vecindad para el futuro PAU de Valdecarros”…
Por favor, no dejen de gozar de las delicias de este PAU. Añadiendo, si quieren, el ir de compras a la Cañada Real para poder disfrutar bien, a continución, de las joyas arquitectónicas que tan felices están haciendo a jóvenes estudiantes_