En la «ciudad ideal» de Brasilia, Lucio Costa y Oscar Niemeyer construyeron infinidad de adifisios a lo largo de kilómetros de inhóspitas avenidas. Pero la Catedral fue el más famoso de todos. ¿Por qué?
uando existen mamotretos de oficinas en forma de H (De «Hoficina», claro: la forma sigue a la función), demencialidades urbanísticas que hacen que por Brasilia sólo se pueda circular en coche o cualquier otro vehículo que usen las tropas de asalto imperiales, cuando todo el hormigón de esa ciudad de mentira es una loa inigualable a Satán. ¿Por qué leches lo más famoso es una iglesia?
Por un motivo sencillo: el profeta brasileiro Niemeyer ganaba cualquier debate poniéndose a hablar de «as curvas da mulher». Y nada en Brasilia resultaba más fornicable que esa catedral de liso jormigonaco (a pesar de que pudieses clavarte cualquiera de sus pinchos, sí que es verdad que tenía más pecho y caderas que el adifisio de «Hoficinas»).Y meter el follar en cualquier discusión, automáticamente, te hace ganarla. Vean un ejemplo: «Señor Niemeyer, cada vez que la gente quiera manifestarse y liarla, con razón, ante la sede del corrupto gobierno brasileiro, además de populistas les llamarán ‘vándalos que atentan contra el patrimonio arquitectónico brasileño’. Como comunista que es… ¿no le parece contradictorio?» Y Niemeyer respondería «As curvas da mulher» y así se acabaría el debate. Con su victoria. Y la de Satán, claro.