Satán es fuerte. Satán es poderoso. Pero hasta Satán pierde, a veces.
odos los que adoramos al Vajhísimo hemos podido ver, con horror, cómo algunos monumentos vrutalistas, o adifisios que ponían en práctica la pureza aria del racionalismo más extremo acababan siendo víctimas de la piqueta. O cómo los hermosos proyectos de Le Corbusier para arrasar hasta sus cimientos algunas de las ciudades históricas más conocidas se perdían como dietas en bolsillo de concejal.
La más pura y poderosa manifestación del odio y el mal absolutos, las horrotondas de cruel factura, también a veces desaparecen. En esta sección iremos recogiendo algunos de los casos más curiosos de horrotondas que hoy están en el limbo, durmiendo el sueño de los justos.
Para inaugurar este servicio público de recuerdo de los héroes caídos quiero traeros una horrotonda que aún desaparecida sigue siendo referencia en Narón, una hermosa ciudad gallega en la que los satanes y satanets feístas conviven todavía con algunas parcelas sin mancillar de pútrida belleza salvaje. Narón tiene una gran extensión como ayuntamiento, y en su mayoría se trata de infecto suelo rural, como San Mateo de Trasancos.
Cuando los lugareños tienen que explicar cómo llegar a sus casas, siempre acaban dando como referencia la rotonda “do Ladrón das Patacas”. Pero ¿cómo es posible? Ni delincuente ni tubérculos. En ese lugar tan sólo podemos ver un inofensivo redondel de hierba.
ero en tiempos no muy lejanos la maldad reinaba en la zona. La que fue la primera estatua del dictador Franco de España, estaba en lo alto de un alto pedestal de cemento. Allí, el caudillísimo miraba al infinito cual faraón egipcio, y cual faraón egipcio también, transmitía los designios del Eterno a una atemorizada población. Sólo que en su caso el Eterno no era un dios magnánimo, sino un demonio sediento de sangre y ávido de crueldad, que, cómo no, se trataba del mismísimo Satán en persona. No sabemos si el propio dictador sabía o no que su señor no era el Dios de los judíos, sino el Vajhísimo. Pero en cualquier caso la fuerza maligna era poderosa en él.
Curiosamente no he podido encontrar fotos de primer plano de la interfecta. La estatua representaba al líder fascista con dos balas de cañón más grandes que él mismo -si cabe tal sacrilegio- una a cada flanco de Franco.
En la década pasada, las hordas rojas asaltaron el monumento y cual si fuesen rebeldes de la resistencia iraquí, los antisistema se subieron al altísimo pedestal y comenzaron a arrearle martillazos sin miramientos al pobre asesino de masas hasta que su cementífera cabeza rodó por la hierba. Y no contentos con eso, siguieron martillando hasta que el rechoncho cuerpo de la estatua quedó colgando como las estatuas de Saddam en Bagdad.
Un tiempo después, y siempre según me han contado los nativos de la zona, el ayuntamiento retiró los restos de la “desfeita” y desde entonces la rotonda está “francamente” vacía.
a maldad del estatuo estaba subrayada por el “Cristo-vampiro”. El “Cristo-vampiro” es otra estatua cercana, de más o menos igual altura, que según parece se encontraba allí ya en tiempos de la II República. El Cristo señalaba hacia adelante, circunstancia que fue hábilmente aprovechada por los constructores del monumento a Franco para situar su obra justo en la dirección que el Cristo señalaba, con la sana intención de reforzar el liderazgo del señor ese.
El sobrenombre de “Cristo-vampiro” le viene de que esta vieja estatua también está hecha en cemento, y con los años el cemento ha reventado en las partes más finas, a medida que el hierro de la estructura se fue oxidando. Así, en lugar de dedos, se ven los hierros que los sostenían, dándole al conjunto un aspecto francamente siniestro que es muy digno de ver si uno no quiere dormir esa noche.
Así pues, teníamos una rotonda plenamente satánica por un lado, en la que se representaba con dos armas mortíferas (balas de cañón) al representante de Satán en la Tierra, y por el otro un Jesús Cristo, que a fuerza de convivir con Franco y su jefe infernal, acabó también siendo devorado por el Mal y quedándose en el esqueleto de su antiguo ser.
Pues muy bien. Pero ¿por qué “O ladrón das patacas”?
n los años del hambre, tras la Guerra Civil Española, en la zona de San Mateo hubo una importante racha de robos. Los ladrones no se llevaban joyas o dinero (que no había mucho) sino que robaban las patatas en las eras, causando estragos en las débiles economías de subsistencia agrícola. El caso es que por más que la Guardia Civil o los vecinos buscaban, no aparecían nunca los culpables de aquellos robos. Las patatas desaparecían y la gente se preguntaba “e quen será o ladrón das patacas?”
Pues resultó que una noche, el tío abuelo de una amiga mía -así lo cuenta su familia- volvía de una fiesta de la zona con unos amigos, y muy borrachos ellos, pararon a los pies del Cristo aquel (supongo que por alguna necesidad fisiológica) y este hombre tuvo la genial idea para una broma. Así que garrapatearon unas letras en un papel y lo dejaron allí.
Al día siguiente, pegado en la base del Cristo todos los vecinos podían ver un cartel que decía:
“AÍ TEDES O LADRÓN DAS PATACAS”. Y por supuesto, el Cristo seguía señalando a Franco, con sus dos enormes balas a los lados, que de lejos desde luego sí parecían dos enormes sacos de patatas.
Hoy en día todo aquello es ya un recuerdo, y la malignidad de aquella rotonda se ha perdido para siempre como lágrimas en la lluvia. Pero curiosamente, la gente de San Mateo sigue llamándole a aquella rotonda “a do ladrón das patacas”, y se sigue usando como referencia.
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la rotonda tiene más historia. Cuando fue urbanizada era eso: un prado. Crecía la hierba que nadie cortaba y un vecino de la zona tenía la costumbre de llevar su vaca a pastar a esa rotonda. Dejaba al anima atado a un cuerda y allí se quedaba, pastando en la rotonda. Aquello era un chiste verlo hasta que salió en la prensa local y la guardia civil fue a hablar con el granjero varias veces hasta que lo convencieron para que no volviese a llevar su vaca a pastar a la rotonda