l santuario de nuestra señora de Aránzazu en Oñate (Guipúzcoa), obra de Sáenz de Oiza – con la inestimable colaboración de los artistas Oteiza, Chillida y Lucio Muñoz entre otros – es un caso único en la historia del satanismo religioso en el Occidente civilizado.
¿Por qué decimos que es único? Ciertamente, existen muchas catedrales descomunales de hormigonaco que, so pretexto de rendir culto “al otro” – cuyo nombre no publicaremos en esta página, faltaría más – se han consgrado como los sublimes templos a Satán que son. Pero hay algo que jamás han logrado: ganarse el corazón de la feligresía de esos laicos y descreídos siglos XX y XXI.
in embargo, en el caso de Aránzazu, llega recorrerse unos cuantos kilómetros de sinuosa y acojonante (tanto por la belleza del paisaje como por la altura a la que se llega) carretera de montaña para darse cuenta de que estamos ante algo completamente diferente.
Y es que, una vez se aparca el coche, ante la visión del mamotreto de Oiza y sus secuaces, aparte de “¡Satán es mi señor!” es muy común arrancar también con un “¡Ostiaputamecagüendioxysuputamadre! ¡Qué cosa más espantosa!”.
Y, en ese preciso momento, uno se da cuenta de que ha dejado su vehículo en un párking DESCOMUNAL y que el ámbito en cuestión está a parir de gente que se toma el monumento en cuestión como algo… ¡Normal! Y, no. La gente allí reunida no son metaleros seducidos por la estética de muñequera de pinchos ochentera a lo Bruce Dickinson de sus torres, no. Ni tampoco van a un rocódromo para desquiciados de los deportes extremos. Se trata, en su mayoría, de respetables y rancios beatos encaminados a uno de los éxtasis máximos de su fe. Y, claro, el cerebro tiene que arreglar esa disonancia cognitiva.
La explicación, en una sola palabra: Euskadi.
o se alboroten: no vamos a discutir aquí el incuestionable hecho diferencial de las tierras vascas. Más bien lamentar su mala fortuna de que gran parte de la iconografía y leyendas que toda sociedad necesita para construirse fuesen sistematizadas… tan tarde. Especialmente por un señor con tan poca sensibilidad estética como Sabino Arana. Porque es de cajón que peores atentados hay contra la combinación de colores que la Ikurriña. Y, claro, cuando acostumbras a un pueblo a que eso es estético, el siguiente paso es el hacerse mechas moradas en el mullet.
Y el paso intermedio es el hacer un santuario de afirmación nacional y peregrinación religiosa justo el día que… ¡El movimiento moderno ya controla toda la producción arquitectónica!
Así pues, un santuario que albergue la milagrosa imagen de la virgen de Aránzazu es encargado nada más y nada menos que a un titán de la vivienda social satánica como Saénz de Oiza. Y el rock’n’roll comienza.
Dice el insigne Oiza que, a pesar de lo notorio del diseño, el santuario de Aránzazu es una obra que no le convence por un sencillo motivo. Porque la juzga trasnochada al estar… ¡Hecha de piedra! Y nosotros lloramos emocionados tanto por su oda al hormigonaco contumaz como por imaginarnos qué bello hubiese sido este templo a Satán al mezclar el hormigón con la lluvia inmisericorde guipuzcoana. Al éxtasis por el chorretón.
ero la verdad es que lo que le debía molestar al navarrico don Francisco Javier era compartir protagonismo con otros artistas. Sobre todo el ínclito Jorge Oteiza, autor del friso de los apóstoles. De un primer vistazo, sobrecoge la capacidad de Oteiza para predecir el mayor éxito de youtube del futuro cuando pone a todos los apóstoles a bailar el Gangnam Style. Pero, en un análisis más profundo, toca contar el número de apóstoles y exclamar “¡Kabenzotz, catorce!”.
Y de ahí, un momento para la historia del arte del siglo XX:
“- Señor Oteiza… ¿Por qué ha esculpido catorce apóstoles?
– ¡Pues porque no cabían más!”
Lo jrande de todo este asunto es que, una vez arrancaron las obras, y ya estaba terminado el edificio principal, el obispo de San Sebastián se dio cuenta de lo obvio: aquel engendro sólo podía haber sido edificado a mayor gloria de Satán. Motivo por el cual paralizó las obras con la siguiente declaración para enmarcar:
“Esta Pontificia Comisión tiene el dolor de no poder aprobar los proyectos presentados. No se discuten las buenas intenciones de los proyectistas, pero se concluye que han sufrido extravío por las corrientes modernistas, que no tiene en cuenta algunos de los preceptos de la Santa Iglesia en materia de Arte Sagrado.”
Finalmente, para alegría de los seguidores de Satán, se levantó la prohibición y se pudo disfrutar el diseño del ábside del madrileño Lucio Muñoz: una apoteosis informalista en la cual la diminuta imagen de la virgen de Aránzazu se pregunta qué carallo está haciendo.
na vez concluye la visita a la iglesia, es interesante ver la pataleta que debió quedarle al obispado después de haber encajado tal golazo satánico. Llega con ver la sección de merchandising sacro en la tienda de la iglesia. Recomendamos la obra de Oiza en un velón para ir viendo cómo se consume o, mejor aún, el tríptico en el que hacen que la minúscula virgen tape toda la obra de esos siervos de Satán. No dejen de comprar algo, coñe.
Conforme vuelvan a su coche, pueden curar su mono de hormigón – sí, amigos, este santuario logra el más difícil todavía de satanizar con piedra y madera – con las macroinstalaciones del parketxea. Que aquí piensan en todo. Y, por supuesto, tápense la cara cuando bajen a Oñate: demasiada bella iglesia dedicada “al otro”.
Que Satán sea con ustedes y con su perdido espíritu.
Social Share
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
No en vano, es la iglesia que aparece al principio de ‘El Día de la Bestia’.
Noooooooooooo!!! No es de Chillida! El apostolado del pórtico es de su archinémesis Oteiza! Noooooooooooo!!! Corregid! Corregid inmediatelly!!!
Us… releo y pone Oteiza donde yo leí Chillida… me la envaino, que me deben fallar los ogos!…
Buenas noches. Tengo el honor de ser donostiarra y he estado en Oñate en ciertas ocasiones. Comulgo con la exposición hecha por este siervo del Vhajísimo y su adoración por las espinosas torres que descienden al oscuro y lóbrego inframundo. El retablo de la Señora de Aránzazu, en el interior, está a la bajura de tan apotediósico edificio. Se propone a Sáinz de Oiza como fiel y leal siervo de satán para glorificar su siniestra huella arquiheztónica.
Sin pretender extenderme demasiado, recomiendo a los autores del blog que se acerquen al Museo de San Telmo de San Sebastián y homenajeen este ejemplo de arquitectura militar. Yo lo llamo San Telmo Búnker. Recoged la idea y a ver qué os parece.