ay viajeros amantes de las emociones fuertes que se quedan algo decepcionados por la baja calidad en la escala satánica de algunos adifisios de los destinos turísticos más comunes en Europa del este. A esas personas, amantes de una arquitectura más hardcore, se les podría recomendar una excursión en tren de 5 horas (desde un destino turístico ‘canónico’ como Budapest) para plantarse en Timisoara, Rumanía. ¿No querían caldo? ¡Pues tomen dos platos!! Lo peor del comunismo y lo mejor del chandalismo, en una sola ciudad. Viendo como esta el país de hecho polvo, no me extraña que hordas de rumanos huyan de allí como alma que lleva el diablo, yo también lo haría.
Hordas de politoxicómanos te esperan con los brazos abiertos en la estación.
Antes de que se emocionen y se compren el billete, hay que decir que el nivel de yonki-peligrosidad aumenta salvajemente, y no cuento nada si encima es de noche. Los funcionarios públicos son bastantes dados al chanchullismo y os la pueden liar en cualquier momento (un revisor de metro nos pidió pasta en plan soborno), y en general, os intentaran sablear siempre que puedan, así que este país no es apto para todos los viajeros (si su nivel de pardillismo mochilero es elevado, empiecen por algo mas sencillo y cercano, como la Cañada Real o algo parecido). Eso sí: instalarse aquí es bien barato: pueden reciclar sus cortinas de baño en estéticos visillos desde los que hacer ostentación hacia la calle de su gran gusto estético.