o crecí en el polígano. Y cuando eres pequeño, todo lo que te rodea te parece “lo normal”: los gitanillos trapicheando en la estación de tranvía abandonada enfrente de mi edificio de 15 pisos, los soportales reconvertidos a garajes o picódromos (también llamados “oficinas de colocación), los talleres mecánicos que pagaban a los kinkis del barrio para que rajasen todas las ruedas de los coches, las calles con apenas tiendas y un aparatoso Alcampo a 15 minutos de distancia…
Con 8 años, dibujé una acuarela de mi polígono – Coia – que incluía sus pírricos parques, sus choris y sus peatones siendo atropellados. Y gané el primer premio de dibujo en mi colegio.
Así que podrán comprender mi asombro infantil el día que fui a casa de un amigo que vivía en “el centro” y descubrí que existía otro mundo. Con los años, fui comprendiendo que, además, el hecho de que uno tuviese menos sensación de ser atracado y violado por la calle en el centro que en el polígano tenía mucho que ver con una cosa que se llamaba “arquitectura” y otra que se llamaba “urbanismo”.
Podría ahora, viviendo en un barrio nada poligonero de Madrid, cagarme en todos aquellos arquitectos que convirtieron mi infancia en un infierno. Pero, si quieren que sea sincero con ustedes, ese infierno sigue siendo esa experiencia mítica de la infancia. Algo que me fascina y que, periódicamente, cada vez que me encuentro con ciertos edificios, hace que sólo pueda gritar: ¡SATÁN ES MI SEÑOR!
¿Van pillando el feeling?
¡Satán es mi Señor! ¡Satán es mi Señor! ¡Satán es mi Señor! ¡Satán y Darth Vader son mis Señores!
Hacia Arriba ψ
Pero, ahora, toca el momento de la revelación (más impactante aún que saber que el arquitecto autor de esas dos últimas obras – parecidas a un destructor imperial – tiene un nombre tan maravilloso como Clorindo Testa). Fozando en Internet, me di cuenta de que esta apoteosis del satanismo no era una cosa casual, sino que obedecía a un plan maléfico cuya terrible historia, a continuación, paso a relatarles. Elijan su mejor sillón, cojan puro y coñac – peppermint, si les da un puntillo más putón – como onvres y munheres de pro que usarcedes son, porque hoy comienza la primera parte de un post épico-cultural: la historia de aquellos adoradores de Satán que querían – y lograron – que nuestra vida fuese un infierno.
En el principio fue Le Corbusier…
La vida es un camino. Elige bien al que te vaya a guiar”. En el occidente arrasado por la Segunda Guerra Mundial, el mundo eligió, para reconstruir las ciudades (lo que es lo mismo que decir “cómo vas a vivir en comunidad”) ¡a un suizo capillitas!
De la misma forma que un decorador minimal erraría si no pone una papelera para compresas en los váteres de señoras o el diseñador de un frikódromo erraría si no pone una colgador para que los roleiros dejen sus mochilas, alguien que diseña una ciudad para seres humanos que salen a la calle a pasárselo mínimamente bien debería ser un ser humano que saliese a la calle para pasárselo mínimamente bien.
Así visto, un suizo meapilas fue la peor de todas las elecciones posibles.
Y seguiré considerando a Le Corbuisier como uno de los mayores enemigos de la humanidad (como Platón fue enemigo del pensamiento o Bruno Mattei del cine) ante toda la jauría de licenciados en arquitectura que han tenido que sufrir una media de trece años en esa carrera.
No porque sea difícil (las cosas chungas como cálculo de estructuras lo terminan haciendo los ingenieros) sino porque lograr que te laven el cerebro con las ideas de Le Corbusier es un proceso que, por cojones, tiene que tomar su tiempo.
Quien haya estado en Suiza sabe que la palabra “aburrimiento” cobra unas dimensiones TAN estratosféricas que hasta los freaks más gordos y sedentarios terminan practicando algo tan contrario a su religión como el senderismo y el esquí. Por ello, no debe extrañarnos que la idea de Le Corbusier de convertir la ciudad en “un bosque de columnas” no resultase extraña para un suizo.
Y yo digo… Hombre, lo de hacer reposar todos los edificios en pilares de hormigón está más o menos bonito para una foto en una revista gafapasta. Y para los que les guste el olor del orín fresco por la mañana. Y un servidor se echó su buena hora viendo algo mejor aún que eso en el interior de la Catedral de Córdoba (no, no esperen que la llame “mezquita”: me niego a tener en España uno de los principales centros de peregrinación mundiales para pirados filoterroristas). Lo que ocurre es que, pasada esa hora, pude salir a tomarme unas cañas en una terracita al lado de la catedral. Sin embargo, al pobre fistro que haya contemplado una hora los pilares del polígano ¿qué puede hacer cuando quiera tomarse unas cañas?
Encarna Sánchez SIEMPRE tuvo la respuesta: “¿Pues qué va a hacer? ¡Drogarse!”.
Y así comenzó la historia del poligonerismo. Y de las ciudades dormitorio. Porque una cosa es el urbanismo racionalista del Eixample en Barcelona – con sus tiendas y todo – y otra el delirio poligonero de pilares de hormigón de Le Corbusier. Para que vean la apoteosis de su visión nazi – no exagero: fue invitado por Mussolini a dar charlas sobre arquitectura, colaboró alegremente con el gobierno de Vichy y estuvo en un partido antisemita y ultanacionalista en los años 30 – quiero enseñarles una zona del Marais (París) que, por motivos personales, es mi rincón favorito del mundo y bueno, pues este era el plan del Corbu: arrasar todo el Marais y, en su lugar, edificar ESTO:
Estamos ante la pesadilla orgiástica de un nazi. Un sueño tan húmedo como el que tiene Esperanza Aguirre al encontrarse con un maricón comunista que le pide, por favor, sanidad y escuela pública para su hijo adoptado, ante lo cual la Lideresa dice, como quien espera mil años para pronunciar su frase definitiva:
“No”
¡SATÁN ES MI SEÑOR!
Social Share
Leave a Reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Buenas noches. Estoy de acuerdo con el contenido de este blog. Es realmente espantoso tener que vivir
en ciudades cúbicas y prismáticas de cemento y ladrillo, alquitrán y baldosa, barandillas y tuberías, desagües y cloacas. Este universo tétrico, gris y poligonal nos muestra la cara más tétrica de la vida porqué satán es nuestro señor y la ciudad la materialización del infierno moderno y cotidiano. MAS NATURALEZA. MAS AIRE. MAS SOL.
bro como vengas a la habana te da un soponcio aquí tenemos
una completísima colección de los más incómodos, antiestéticos , antihigiénicos
,e inseguros edificios que te puedas imaginar y que conste que el bajo
presupuesto solo responde a una parte del problema lo demás es de diseño , y es
que alguno compagina la agradable atmosfera de un centro carcelario con las simpática
calidad sofocante de un pozo ciego donde la ventilación no es más que una
quimera y puedes disfrutar de los olores de la mugre del primer piso (baño público
por antonomasia) hasta en el 12